lunes, 28 de diciembre de 2009

Salmos 119 Tau (parte 88)

“Esté tu mano pronta para socorrerme, porque tus mandamientos he escogido. He deseado tu salvación, oh Señor, y tu ley es mi delicia.” Salmos 119:173-174

Pareciera obvio decir que un día todos piden la ayuda de Dios, pero no es así. Hay quienes no quieren que Dios los salve. He encontrado dos patrones de conducta seguramente hay más pero yo he visto dos muy tangibles.

Una de ellas es cuando la persona es demasiado rebelde y abiertamente se rehusa aceptar toda ayuda divina, son personas que por alguna razón su corazón se ha endurecido a tal manera que se dicen estar enojados con Dios y no se imaginan pidiéndole ayuda.

Pero también hay otros que se sienten autosuficientes y piensan que Dios no puede involucrarse en sus vidas, creen que Dios si existe pero que está demasiado ocupado en sus asuntos. Creen que pueden encontrar solución en sus propias fuerzas. Es una soberbia de sentirse tan fuerte que no necesita la ayuda de Dios.

Analizamos estos dos casos por la parte final del pasaje que estamos estudiando, que dice “he deseado tu salvación…” parece obvio que todos quisiéramos la salvación de Dios pero no es así.

Y lo comento por lo siguiente, a veces pedimos que Dios nos salve de alguna enfermedad, de algún problema económico, familiar, sin embargo la mayor salvación es la de nuestras almas, todos necesitamos un Salvador.

Esto debería ser universal, el que todos los hombres reconozcan la necesidad de que sus almas sean salvadas, sin embargo aquí también hay personas que no quieren la salvación que Dios proveyó para el hombre, piensan que ellos mismo se van a salvar, que con sus buenas obras pueden llegar al cielo.

La Biblia dice otra cosa, en ella aprendemos que la única forma de llegar a Dios es a través de Él mismo. No hay un camino que el hombre pueda fabricar para alcanzarlo, no hay una forma de invención humana para vivir al lado de Dios por la eternidad.

Jesucristo fue muy claro, Él dijo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida y nadie viene al Padre sino por mí”. No dijo que Él era uno de los caminos, ni una de las verdades, sino que dijo qué Él es el camino, que Él es la verdad. Hay un solo camino. Ese es el único camino.

Si de corazón sincero lo reconoces basta con que se lo digas, que has creído en Él y en Su Palabra. Eso es todo lo que pide, desea como el salmista la Salvación de Dios.

Armando Carrasco Z.

No hay comentarios: