miércoles, 13 de mayo de 2009

Salmos 119 Ayín (parte 61)

“Juicio y justicia he hecho; no me abandones a mis opresores. Afianza a tu siervo para bien; no permitas que los soberbios me opriman.” Salmos 119 Ayin 121-122

En esta parte del salmo David está clamando para no caer en manos de sus opresores, específicamente de los soberbios.

La soberbia transforma una persona. La soberbia es un mal que invade la mente y hasta el cuerpo de quienes se dejan dominar por ella. Una persona soberbia gira alrededor de ella misma y su mundo gira en hacer caer a los que están a su alrededor. Lo único que le importa es él o ella misma. La soberbia gobierna a las personas.

Cuando un soberbio pone la mira en alguien no descansa hasta que la acaba. Su táctica es el menosprecio personal y público. Cualquier oportunidad es buena para exponer a la persona y demostrar que hay una superioridad.

El acoso es tal que se puede convertir en una opresión. Según el diccionario es una presión externa constante que puede llegar a privar de la libertad del individuo o de un grupo. La opresión es algo serio.

Si el ataque fuera ocasional puede considerarse soportable, pero si es constante y agresivo se convierte en algo insoportable. A tal grado que se pierde la libertad. Oprimir es un arma poderosa para apagar a alguien. Para reducirlo a nada.

David lo sabía. Y buscó la ayuda de Dios porque vio la estrategia de sus enemigos y se previno orando a Dios y pidiendo su ayuda.

Se respaldó en decir que él había buscado ser justo y hacer justicia. Hoy tenemos la justicia de lado nuestro. Jesucristo es nuestra justicia. Hoy podemos clamar mejor que David, hoy podemos decir que por nuestra justicia (que es Cristo) Dios nos ayude de nuestros opresores.

Los opresores bien pueden no ser personas, pueden ser miedos, temores, angustias, depresiones, etc., situaciones que actúan oprimiéndonos de manera cruel y constante hasta quitar la libertad en nuestras vidas.

No lo dejes para después, ahora mismo pídele a Dios que te libre de los opresores.

Armando Carrasco Z.

lunes, 4 de mayo de 2009

Salmos 119 Sámec (Parte 60)

“Como escorias hiciste consumir a todos los impíos de la tierra; por tanto yo he amado tus testimonios. Mi carne se ha estremecido por temor de ti, y de tus juicios tengo miedo.” Salmos 119:119-120

Todo se paga en la tierra. Es una ley inquebrantable, lo que siembras, cosechas. Se cumple por el hecho de ser una ley. Dios es bueno y continuamente se presenta con el hombre para mostrarle el camino del bien, pero el hombre prefiere sus caminos, porque se siente más inteligente que Dios. Pero a la larga todos nos damos cuenta que Dios tiene razón.

Esto no les gusta a los que siempre andan buscando deslindarse de Dios. Pero sus leyes son inquebrantables, nadie puede romper esas leyes. Todo lo que siembras cosechas. No hay de otra, es por eso que el fin de todos aquellos que se niegan abiertamente a seguir el camino de rectitud y de justicia terminan mal.

A veces pareciera que todos aquellos que no respetan a Dios prosperan, pero es cosa de tiempo, es cosa de que sean alcanzado por todo aquello que han sembrado.

El temor de Dios es algo que en estas épocas no está bien cotizado. Hemos dejado de tenerle respeto y temor reverente a Dios. Hacemos lo que queremos, hemos hecho nuestra propia religión donde, por supuesto, hemos puesto a Dios en un estante donde no se meta en nuestras vidas. Pero las consecuencias son evidentes.

Creo que es tiempo de recuperar el santo temor de Dios. Respetarlo por lo que Él es. El es un Dios de amor, que puso leyes para proteger al hombre. Y cuando no se respetan esas leyes, es natural, que sus consecuencias sean dañinas para el hombre. Dios no se cansa de mostrarnos el camino. Somos nosotros los que no estamos captando correctamente la señal. Queremos hacer un Dios a nuestra manera, queremos hacer las cosas a nuestra manera. Creyendo que somos mas listos que Dios.

Todo es cuestión de obedecer. Y son muy sencillas las cosas que Él nos pide, no son gravosas sus señales. La cuestión es que el hombre tiene la tendencia de querer independizarse de su Creador.

Cuando realmente te das cuenta de la gran ley que nos gobierna de la siembra y la cosecha te das cuenta del gran amor de Dios por estar frecuentemente señalando el camino y también te das cuenta de los resultados de todos aquellos que deciden por su propia voluntad seguir sus caminos fuera del consejo divino.

Creo que es tiempo de empezar a conocer la Biblia, por eso es que te sugiero, te hagas el hábito de leerla de manera frecuente. Allí encontrarás las instrucciones.

Armando Carrasco Z