“Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos. Mejor me es la ley de tu boca que millares de oro y plata.” Salmos 119:71-72
Cuando somos niños, la mayoría, somos corregidos por nuestros padres o por aquellos que tienen la tutoría sobre nosotros, nos acostumbramos a recibir regaños y corrección por nuestra conducta equivocada. Es la manera en que aprendemos a hacer lo correcto. Mientras estamos en casa de nuestros padres recibimos dichas correcciones, pero cuando llegamos a la edad adulta, y nos damos cuenta de que ya nadie nos regaña ni nos llama la atención tenemos la enorme tentación de hacer lo que queremos.
Pero pronto aprendemos que Dios es nuestro padre. Un padre amoroso que hará hasta lo imposible porque nos vaya bien en esta tierra, Dios es bueno. Dios es amor.
Pero eso no le quita que parte de su amor se manifiesta cuidándonos y corrigiéndonos en el camino. Veamos estos dos versículos:
“Porque Jehová al que ama castiga, Como el padre al hijo a quien quiere.”
Proverbios 3:12
“Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.”
Hebreos 12:6
No lo hace por ser un Dios malo, lo hace por que te ama tanto que no va a permitir que te pierdas por falta de corrección.
Si te quedas en la necedad de hacer tu voluntad contra sus principios entonces te deja a la deriva para que aprendas una lección: Dios te ama tanto que tiene cuidado de ti.
La otra parte de este pasaje podemos ver el valor incalculable de Su Palabra. Con la falsa escala de valores actual en la que los que tienen dinero son los más valiosos, podemos caer en la mentira de creer que no hay nada mas valioso que el dinero, Pero la verdad es que Su palabra vale mas que todo el dinero, oro y plata de todo el mundo.
Por Su Palabra fue creado el universo y todo lo que vemos. Eso es suficiente para saber cuánto vale Su Palabra. Cuando Su Palabra se activa en ti, es cuando te das cuenta del enorme valor que tiene.
Recuerda al soldado romano que le dijo a Jesús: “Sólo di la palabra …y mi siervo será sano…” Lucas 7:7 cuando aprendemos lo poderosa que es la Palabra cuando Dios la dice no nos queda otra que decir lo mismo que David: “Mejor me es tu Palabra que millares de oro y plata”.
Armando Carrasco Z.
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