“En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti. Bendito tú, oh Jehová; Enséñame tus estatutos.”
Salmo 119:11-12
La Biblia hace una diferencia entre la mente y el corazón, entre el alma y el espíritu. No vamos a entrar mucho a detalle pero si necesitamos hacer la diferencia que hay entre la mente y el corazón.
En esta parte del salmo dice que ha guardado Sus dichos en su corazón, no dice que los ha guardado en su mente, sino en su corazón.
La Palabra de Dios está diseñada para poder ser almacenada en el corazón del hombre. No sólo se puede memorizar en la mente, no sólo se puede leer con el sentido de la vista, sino que puede ser “guardada” en el corazón.
La palabra “guardar” tiene varios significados interesantes;
a) Es tener cuidado de algo, cuidarlo y defenderlo. Creo que aplica perfectamente para el cuidado que debemos tener con La Palabra. La debemos cuidar y defenderla.
b) Otra definición es “poner algo donde esté seguro” Yo creo que por eso habla del guardarla en el corazón, es allí donde más segura está, y donde más efecto surte.
c) Y también se dice que guardar es “observar y cumplir aquello a lo que se está obligado” Creo que esta última definición engloba mejor lo que quiere decir el salmo por argumentos que dice después. La palabra debe ser observada para ponerse en práctica.
Creo firmemente que La Palabra tiene un extraordinario poder en nuestras vidas cuando la guardamos en nuestro corazón. Creo que se convierte en un arma poderosa que nos ayuda en todas las áreas de nuestra vida.
Principalmente en el área de vencer aquellos hábitos que nos llevan a pecar contra Dios. En la cruz nuestro Señor Jesucristo resolvió el problema del pecado, nos hizo justos y santos, pero en la vida diaria tenemos hábitos que nos conducen a cometer actos que van en contra de la voluntad perfecta de nuestro Padre.
Es allí donde cobra poder Su Palabra, para librarnos de todo aquello que impide que nos comportemos a la altura de lo que somos; hijos de Dios. Su Palabra surte efecto para no pecar y nos prepara para llevar una vida que busca comportarse de acuerdo a su naturaleza.
Con ese deseo de guardar la Biblia en nuestros corazones podemos clamar como el salmista: ¡Bendito Dios, enséñame tu Palabra! Sabiendo que al conocerla la vamos a guardar como uno de los mejores tesoros que el hombre puede acceder.
Armando Carrasco Z.
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