Salmos 119:13-14
“Con mis labios he contado todos los juicios de tu boca. Me he gozado en el camino de tus testimonios mas que de toda riqueza”
Una de las primeras cosas que suceden cuando nos damos cuenta del valor y de los alcances de la Palabra, es que no podemos estar callados. Es prácticamente imposible. A todo mundo queremos compartirle lo que la Biblia dice.
No hace falta leer toda la Biblia para encontrar tesoros en ella, no necesitamos tener todo un curso de Biblia para saber que lo que en ella hay es algo de vida o muerte. Por eso andamos hablando de ella todo el tiempo.
Cuando nos damos cuenta del enorme valor de sus enseñanzas es cuando podemos decir que no hay riqueza en todo el mundo que se pueda comparar con Su Palabra.
Las riquezas generan alegría y gozo, pero nunca se va a comparar con el gozo que te da Su Palabra. Es algo casi inexplicable que sólo los que la han descubierto lo pueden experimentar.
No se trata de palabras dentro de un libro, no se trata de la lectura entretenida de un libro de aventuras o de la inquietud de un libro místico, no se trata de conocer los pensamientos de Dios.
A través de la Biblia es que podemos conocer cómo piensa Dios y eso por sí mismo ya tiene un valor incalculable. Y si le agregamos que al leerla nos damos cuenta que la Biblia tiene vida y nos conecta directamente con Dios, eso hace que cuando tenemos ese enlace no podamos quedarnos callados y que podamos decir que no hay riqueza en todo el mundo que se pueda comparar con Su Palabra.
¿Un mercedes benz? ¿una residencia en NewYork? ¿La mejor ropa del mundo? ¿oro? No hay nada que se pueda comparar con esos espacios de tiempo en los que estamos expuestos de manera directa con Dios a través de Su Palabra.
Pero eso es en el nivel personal, cuando entendemos que la Biblia tiene el poder para interactuar de manera individual con cada uno de sus lectores es cuando nos maravillamos.
Eso es simplemente impactante. Suficiente como para no quedarnos callados nunca, para buscar cualquier pretexto para compartirla sobre todo con aquellos que necesitan urgentemente la guianza, el consuelo, la paz y la salvación que sólo Dios puede dar.
Armando Carrasco Z.
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