Estamos estudiando que cuando se mezcla La Palabra con Su Espíritu se produce una mezcla poderosa. Estamos estudiando el pasaje de David contra Goliat.
Para ver los alcances del poder que resulta de esta combinación el mejor ejemplo es Jesucristo. Dice la Biblia que él es el verbo de Dios hecho carne. En otra forma de decirlo es La Palabra vivificada, o la Palabra de Dios hecha hombre.
Ahora lo interesante está en que la Palabra por sí sola tuvo que ser vivificada por el Espíritu de Dios. Jesucristo no empezó su ministerio hasta que no fue lleno del Espíritu Santo. Vemos en Lucas 3:22 “y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma de paloma…” y en Lucas 4:14 “Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama por toda la tierra alrededor.”
Jesucristo, la Palabra de Dios hecha carne fue envestida del poder del Espíritu Santo. La Palabra mezclada con el poder del Espíritu Santo. Todo lo que hizo Jesús en la tierra fue por esta mezcla poderosa. Él sabía que solo no podía lograr sus objetivos. Él sabía que necesitaba de un poder sobrenatural para vencer toda tentación, para cumplir con su propósito de anunciar el Reino y para soportar el camino de la cruz.
Los resultados que todos conocemos repercuten hasta el día de hoy, repercuten hasta la eternidad, el cambió tu eternidad por haber cumplido su propósito pero no lo hubiera logrado si no mezclaba su esencia con el Espíritu Santo.
En Lucas 4:18 y 19 dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor.”
Este es un pasaje que resume todo lo que hizo en la tierra nuestro Señor, y nada de lo que dijo faltó, se cumplió todo. Era una labor titánica, pero cumplió al pie de la letra. Vino en el poder del Espíritu Santo. Se mezcló La Palabra de Dios con su Espíritu y ¡Bum! Cambió la eternidad del hombre.
El destino del hombre dio un giro de 180 grados. Adán perdió el rumbo, Jesucristo (El segundo Adán, lo llama la Biblia) retomó el curso del destino del hombre; restauró la relación del hombre con su creador y le devolvió las llaves del reino que había perdido.
Eso, eso solo se pudo lograr mezclando La Palabra con Su Espíritu.
Armando Carrasco Z.
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