“Juicio y justicia he hecho; no me abandones a mis opresores. Afianza a tu siervo para bien; no permitas que los soberbios me opriman.” Salmos 119 Ayin 121-122
En esta parte del salmo David está clamando para no caer en manos de sus opresores, específicamente de los soberbios.
La soberbia transforma una persona. La soberbia es un mal que invade la mente y hasta el cuerpo de quienes se dejan dominar por ella. Una persona soberbia gira alrededor de ella misma y su mundo gira en hacer caer a los que están a su alrededor. Lo único que le importa es él o ella misma. La soberbia gobierna a las personas.
Cuando un soberbio pone la mira en alguien no descansa hasta que la acaba. Su táctica es el menosprecio personal y público. Cualquier oportunidad es buena para exponer a la persona y demostrar que hay una superioridad.
El acoso es tal que se puede convertir en una opresión. Según el diccionario es una presión externa constante que puede llegar a privar de la libertad del individuo o de un grupo. La opresión es algo serio.
Si el ataque fuera ocasional puede considerarse soportable, pero si es constante y agresivo se convierte en algo insoportable. A tal grado que se pierde la libertad. Oprimir es un arma poderosa para apagar a alguien. Para reducirlo a nada.
David lo sabía. Y buscó la ayuda de Dios porque vio la estrategia de sus enemigos y se previno orando a Dios y pidiendo su ayuda.
Se respaldó en decir que él había buscado ser justo y hacer justicia. Hoy tenemos la justicia de lado nuestro. Jesucristo es nuestra justicia. Hoy podemos clamar mejor que David, hoy podemos decir que por nuestra justicia (que es Cristo) Dios nos ayude de nuestros opresores.
Los opresores bien pueden no ser personas, pueden ser miedos, temores, angustias, depresiones, etc., situaciones que actúan oprimiéndonos de manera cruel y constante hasta quitar la libertad en nuestras vidas.
No lo dejes para después, ahora mismo pídele a Dios que te libre de los opresores.
Armando Carrasco Z.
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