lunes, 26 de noviembre de 2007

Salmo 119 Bet (Parte siete)

Salmos 119:13-14

“Con mis labios he contado todos los juicios de tu boca. Me he gozado en el camino de tus testimonios mas que de toda riqueza”

Una de las primeras cosas que suceden cuando nos damos cuenta del valor y de los alcances de la Palabra, es que no podemos estar callados. Es prácticamente imposible. A todo mundo queremos compartirle lo que la Biblia dice.

No hace falta leer toda la Biblia para encontrar tesoros en ella, no necesitamos tener todo un curso de Biblia para saber que lo que en ella hay es algo de vida o muerte. Por eso andamos hablando de ella todo el tiempo.

Cuando nos damos cuenta del enorme valor de sus enseñanzas es cuando podemos decir que no hay riqueza en todo el mundo que se pueda comparar con Su Palabra.

Las riquezas generan alegría y gozo, pero nunca se va a comparar con el gozo que te da Su Palabra. Es algo casi inexplicable que sólo los que la han descubierto lo pueden experimentar.

No se trata de palabras dentro de un libro, no se trata de la lectura entretenida de un libro de aventuras o de la inquietud de un libro místico, no se trata de conocer los pensamientos de Dios.

A través de la Biblia es que podemos conocer cómo piensa Dios y eso por sí mismo ya tiene un valor incalculable. Y si le agregamos que al leerla nos damos cuenta que la Biblia tiene vida y nos conecta directamente con Dios, eso hace que cuando tenemos ese enlace no podamos quedarnos callados y que podamos decir que no hay riqueza en todo el mundo que se pueda comparar con Su Palabra.

¿Un mercedes benz? ¿una residencia en NewYork? ¿La mejor ropa del mundo? ¿oro? No hay nada que se pueda comparar con esos espacios de tiempo en los que estamos expuestos de manera directa con Dios a través de Su Palabra.

Pero eso es en el nivel personal, cuando entendemos que la Biblia tiene el poder para interactuar de manera individual con cada uno de sus lectores es cuando nos maravillamos.

Eso es simplemente impactante. Suficiente como para no quedarnos callados nunca, para buscar cualquier pretexto para compartirla sobre todo con aquellos que necesitan urgentemente la guianza, el consuelo, la paz y la salvación que sólo Dios puede dar.

Armando Carrasco Z.

lunes, 19 de noviembre de 2007

Salmo 119 Bet (Sexta Parte)

“En mi corazón he guardado tus dichos, Para no pecar contra ti. Bendito tú, oh Jehová; Enséñame tus estatutos.”
Salmo 119:11-12

La Biblia hace una diferencia entre la mente y el corazón, entre el alma y el espíritu. No vamos a entrar mucho a detalle pero si necesitamos hacer la diferencia que hay entre la mente y el corazón.

En esta parte del salmo dice que ha guardado Sus dichos en su corazón, no dice que los ha guardado en su mente, sino en su corazón.

La Palabra de Dios está diseñada para poder ser almacenada en el corazón del hombre. No sólo se puede memorizar en la mente, no sólo se puede leer con el sentido de la vista, sino que puede ser “guardada” en el corazón.

La palabra “guardar” tiene varios significados interesantes;

a) Es tener cuidado de algo, cuidarlo y defenderlo. Creo que aplica perfectamente para el cuidado que debemos tener con La Palabra. La debemos cuidar y defenderla.
b) Otra definición es “poner algo donde esté seguro” Yo creo que por eso habla del guardarla en el corazón, es allí donde más segura está, y donde más efecto surte.
c) Y también se dice que guardar es “observar y cumplir aquello a lo que se está obligado” Creo que esta última definición engloba mejor lo que quiere decir el salmo por argumentos que dice después. La palabra debe ser observada para ponerse en práctica.

Creo firmemente que La Palabra tiene un extraordinario poder en nuestras vidas cuando la guardamos en nuestro corazón. Creo que se convierte en un arma poderosa que nos ayuda en todas las áreas de nuestra vida.

Principalmente en el área de vencer aquellos hábitos que nos llevan a pecar contra Dios. En la cruz nuestro Señor Jesucristo resolvió el problema del pecado, nos hizo justos y santos, pero en la vida diaria tenemos hábitos que nos conducen a cometer actos que van en contra de la voluntad perfecta de nuestro Padre.

Es allí donde cobra poder Su Palabra, para librarnos de todo aquello que impide que nos comportemos a la altura de lo que somos; hijos de Dios. Su Palabra surte efecto para no pecar y nos prepara para llevar una vida que busca comportarse de acuerdo a su naturaleza.

Con ese deseo de guardar la Biblia en nuestros corazones podemos clamar como el salmista: ¡Bendito Dios, enséñame tu Palabra! Sabiendo que al conocerla la vamos a guardar como uno de los mejores tesoros que el hombre puede acceder.


Armando Carrasco Z.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Salmo 119 Bet (Quinta Parte)


“¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; No me dejes desviarme de tus mandamientos.”

Salmo 119:9-10

Aquí la palabra “joven” puede sustituirse fácilmente por cualquier edad y cualquier sexo. Se podría traducir “¿con qué limpiará el hombre y la mujer su camino?” Porque la respuesta es universal.

Yo creo que está enfocada en los jóvenes porque a veces a esa edad perdemos fácilmente el rumbo a tal grado que no sabemos qué hacer y cómo hacer para llevar una vida balanceada.

Sin embargo a todos nosotros nos ha pasado que hay momentos en la vida en la que perdemos la brújula, y dejamos de andar por el buen camino. Son etapas en nuestra vida que todo parece enredado, que todos son nudos y problemas imposibles de solucionar.

Y esta parte del Salmo 119, nos dice cómo podemos recomponer nuestro camino. Cómo podemos limpiar nuestras vidas; Guardando Su palabra.

Obedecer Su Palabra tiene un efecto eficaz en nuestras vidas que nos da la capacidad de arreglar nuestro comportamiento. Es aquí donde vemos el poder de la Biblia, que no es un libro más, que no es un libro escrito por mentes humanas, sino que verdaderamente, fue inspirado y revelado por Dios.

Cuando ponemos en práctica Su Palabra, ésta se activa en nuestras vidas para darnos fortaleza, consuelo, ánimo, guianza, etc., de tal manera que nuestro camino queda limpio.

En la segunda parte de este pasaje dice que “con todo el corazón te he buscado, no me dejes desviarme de tus mandamientos.” Cuando realmente buscamos a Dios de todo nuestro corazón, nos alineamos a su Voluntad y una de las cosas que más anhelamos es obedecer lo que la Biblia dice.

No por fanatismo, no por imposición, sino por amor a Él y por saber que Su Palabra actúa a favor nuestro. La Biblia no es un libro de Prohibiciones esclavizantes, más bien es un libro que te libera de todo aquello que verdaderamente te tiene esclavizado.

Cuando nuestro corazón busca de todo corazón a Dios, nuestro clamor es idéntico al del salmista “¡Por favor Dios no dejes que me aparte de tu palabra ni de tus mandamientos!”

Armando Carrasco Z